LA MUJER ESTÉRIL
La mujer que no mece a un hijo en el regazo;
cuyo calor y aroma alcance a sus entrañas,
tiene una laxitud de mundo entre los brazos;
todo su corazòn congoja inmensa baña.
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El lirio le recuerda unas sienes de infante;
el Ángelus le pide otra boca con ruego;
e interroga la fuente de seno de diamante
por qué su labio quiebra el cristal en sosiega
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Y al contemplar sus ojos se acuerda de la azada
piensa que en los de un hijo no mirará éxtasiada;
al vaciarse sus ojos, los follajes de octubre.
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Con doble temblor oye el viento en los cipreses
¡Y una mendiga grávida, cuyo seno florece
cual la parva de enero, de vergüenza la cubre!