SUSANA
Este jardín me asusta con su verdor sin límites,
su estanque inmóvil siempre donde el desnudo vela,
y los cisnes que siempre misteriosos deslizan
su pregunta o su signo como una pluma muda.
Yo estoy desnuda y miro las rosas, las celindas,
me envuelvo en los aromas de unas carnosas flores
y palpito y rielo, si una luna aparece,
tendida como un agua para un espacio vivo.

EL VIEJO
Es inútil negarlo. Soledad, tú te opones
a sostener la vida. Este pensil de pronto
se descubre y su aroma me despierta. Estoy solo.
Son sus pájaros rubios como plumas ardiendo
los que pasan y callan mientas siento sus voces.

SUSANA
Mi collar es el solo vestido de este cuerpo
que en sus curvas aflige a estos aires sin boca.
Soledad y hermosura. Besos nunca sufridos,
y un oro recogido sobre la nuca virgen
donde el sol se destroza con un amor sin límites.

EL VIEJO
¿Quién habla? No es el aire. Por entre ramas siento
un olor que no acierto a pensar. ¿Son más flores?
Rosas de Jericó, quizá lirio de Hedjaz.
Tal vez un sueño solo, hecho un edén sin nadie.
Pero algo, sí. ¿Qué miro? Oh estupor de la vida.
¿Quién eres? Oh fulgor de Dios: ¡fulgor desnudo!

SUSANA
¿Es la sombra que existe? Nadie ya. ¿Mas quién osa?

EL VIEJO
Yo me acerco y pregunto. Soy la verdad vivida.
Pero con mi presencia ya miento. ¿A quién contemplo?

SUSANA
¿Hay alguien? No es presencia. Ah temor. ¿Quién me ha visto?

EL VIEJO
Te miro y no comprendo. ¿Por qué tus ojos claros?

SUSANA
Nadie. Soledad pura. Como un pecho desnudo
despierto en este lecho de juncos. Canta el gallo.

EL VIEJO
Pero estoy solo, y miro. Me deslumbro y no veo
pero aspiro otros aires que de un desnudo alcánzanme,
como de un árbol puro que se exhala en el día.
¡El día! Es un tumulto. Pero ya, qué sereno.
Tumbado un astro terso cabe las aguas luce
y se repite en ellas como una estrella tibia.

SUSANA
Sola estoy. Ah qué sola, pero el verdor me asume.
He aquí aducido un cuerpo como un huésped, no sombra
pero verdad, y se integra, y en su entereza existe.
¡Existo! Todo el jardín me toma como dos brazos fuertes.
El viento calla, y duermo, y es un beso la luna.
Pero, virgen, espero su fulgor. Aún no emerge.

EL VIEJO
Miro tus ojos claros, pero nada conozco
aunque todo lo sepa. Quien nació nada ha visto.
Un bulto, una mirada para un beso completo…
El amante es la amada porque el amor destruye.

SUSANA
Pero el sol me recorre. Primero el pie aterido.
La rodilla o su nácar, el muslo o su locura.
Montón de flores tersas para la mano sola
del sol. Montón de sueño puro.

EL VIEJO
Tarde te vi, y te miro como una estrella triste,
triste yo cuando sorbo su luz y bebo vida.

SUSANA
Pero el viento despeina mis cabellos dorados
y los pájaros pían y en sus brillos se enredan.
¿Canta el cielo o es mi cuerpo? ¿Mi seno o la armonía
del mundo? Todo en ella es mi vida.
Con esta mano toco la arena. ¿Es el planeta
quien suspira? ¿O es mi pulso el que late en mis venas?

EL VIEJO
Ciego del resplandor escucho a la luz misma.
Ella nace. Yo escucho. Pero nunca distingo.
Añosa sombra muda, mi pensamiento acaba.

SUSANA
¿Quién habla? Es como un viento. Siento cabellos largos
ondear. Voces graves y unos brillos cansados,
o quizá manos tibias sobre mi frente, y muchas.

EL VIEJO
Como el sol mismo me hundo. ¿Qué es el amor? No un beso.

SUSANA
Sola estoy. ¿Quién me ha visto? Yo no sé, yo conozco.
Sobre mi frente viva cielo o flores coronan
mi verdad no, mi nombre. Yo no miento. Yo vivo.

EL VIEJO
El pensil ha callado. ¿Voló? Jardín efímero
como una flor. Arbusto. Mujer. Agua hacia el cielo
que ese rayo evapora, hacia el azul sorbido.
Yo paso, y pienso y callo. No vi. Si vi no he sido.