¡Oh llama de amor viva,
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!
pues ya no eres esquiva,
acaba ya si quieres;
rompe la tela de este dulce encuentro.
¡Oh cauterio suave!
¡Oh regalada llaga!
¡Oh mano blanda! ¡Oh toque delicado,
que a vida eterna sabe
y toda deuda paga!,
matando muerte en vida la has trocado.
¡Oh lámparas de fuego
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido
que estaba oscuro y ciego
con extraños primores
calor y luz dan junto a su querido!
¡Cuán manso y amoroso
recuerdas en mi seno
donde secretamente solo moras
y en tu aspirar sabroso
de bien y gloria lleno
cuán delicadamente me enamoras!
Comentario de Llama de amor viva de San Juan de la Cruz
Se trata de uno de los poemas más célebres del poeta español en el que, con un lenguaje profundamente humano, trata de expresar una experiencia unitiva con Dios. El fraile carmelita se sirve del simbolismo para mostrar al lector la vía que él mismo ha utilizado para llegar a la unión con lo divino. La mística de San Juan de la Cruz, es sin duda el tema central de su poética en el que, con clave bíblica propia del Cantar de los cantares, busca a Dios como la amada busca al amado.
El alma de San Juan de la Cruz sería la amada mientras que Dios es tratado como el amado. El encuentro se produce a través de tres fases, etapas o vías: la purgativa, la iluminativa y la unitiva. Es interesante recurrir al poema Noche oscura del alma para entender mejor el presente poema. En Noche oscura pueden verse con claridad las tres vías de ascensión a lo divino. Las dos primeras estrofas reflejan la salida de casa del alma (del autor) en busca del amado (Dios) simbolizando la vía purgativa. Esta purgación de lo material permite la ascesis del alma a lo divino en tanto que deshace los lazos que lo encadenan a lo terrenal. En las cuatro siguientes estrofas de Noche oscura asistimos a la iluminación y la unión con lo divino.
Llama de amor viva, el presente poema nos muestra de una forma especialmente fiel la unión mística con Dios simbolizado —ambos— dos llamas que confluyen en una sola y viven en armonía. De nuevo, también recuperamos la escritura para entender la mística y la unión carnal entre el amado y la amada. De algún modo, la unión sin fisura que dibuja San Juan nos recuerda el Génesis donde hombre y mujer, amado y amada, “se unirán y serán una sola carne” (Gn 2, 24).
El afecto, sentimiento amoroso, de la amada por e amado puede verse también a través del oxímoron que presenta la primera estrofa (v.2). El amor, la unión mística, implica una renuncia y una apuesta, implica estar completo pero también sufrir. A pesar de estas “tiernas heridas”, el poeta avilés muestra el deseo de romper la frontera que le aleja de la vida terrenal simbolizado con la tela del último verso de la primera estrofa.
¡Oh llama de amor viva,
que tiernamente hieres
de mi alma en el más profundo centro!
pues ya no eres esquiva,
acaba ya si quieres;
rompe la tela de este dulce encuentro.
El lenguaje de sumisión voluntario del místico español le lleva, como vemos, a emplear un lenguaje más propio del vasallaje, más propio de la servitud. Asimismo, las paradojas y las constantes exclamaciones —entre otros—, muestran la voluntad de explicar al lector esta vía unitiva simbolizada con las llamas.
El poema se construye a través de cuatro liras en las que se describen de modo gradual la vía unitiva con Dios. La primera estrofa tiene una finalidad absolutamente unitiva que, como decíamos en el comentario, pretende romper esta tela que podemos entenderla, si así se quiere, en un sentido sexual. Sería, por tanto, el clímax del poema.