La más bella niña
La más bella niña
De nuestro lugar,
Hoy viuda y sola
Y ayer por casar,
Viendo que sus ojos
A la guerra van,
A su madre dice,
Que escucha su mal:
Dejadme llorar
Orillas del mar.
Pues me disteis, madre,
En tan tierna edad
Tan corto el placer,
Tan largo el pesar,
Y me cautivasteis
De quien hoy se va
Y lleva las llaves
De mi libertad,
Dejadme llorar
Orillas del mar.
En llorar conviertan
Mis ojos, de hoy más,
El sabroso oficio
Del dulce mirar,
Pues que no se pueden
Mejor ocupar,
Yéndose a la guerra
Quien era mi paz,
Dejadme llorar
Orillas del mar.
No me pongáis freno
Ni queráis culpar,
Que lo uno es justo,
Lo otro por demás.
Si me queréis bien,
No me hagáis mal;
Harto peor fuera
Morir y callar,
Dejadme llorar
Orillas del mar.
Dulce madre mía,
¿Quién no llorará,
Aunque tenga el pecho
Como un pedernal,
Y no dará voces
Viendo marchitar
Los más verdes años
De mi mocedad?
Dejadme llorar
Orillas del mar.
Váyanse las noches,
Pues ido se han
Los ojos que hacían
Los míos velar;
Váyanse, y no vean
Tanta soledad,
Después que en mi lecho
Sobra la mitad.
Dejadme llorar
Orillas del mar.
Comentario a la más bella niña
Se trata de uno de los poemas más conocidos de Luis de Góngora escrito hacia el 1580, cuando no contaba ni tan solo con veinte años (Josa y Lambea 2000, 8). El poema explica la historia de una joven que ha perdido a su gran amor puesto que él debe marcharse a la guerra. El tópico literario que prima en el poema es, sin duda, el del vulnus amoris porque el autor trata de expresar a través de este romancillo el dolor que causa la marcha de un ser querido, la pérdida de un amor.
Análisis de la más bella niña, de Luis de Góngora
Ya desde la primera estrofa nos encontramos ante unos versos rompedores e incomprensibles. Ya el narrador nos rompe toda la armonía poética con la contraposición, la antítesis del tercer y cuarto verso.
Hoy viuda y sola
Y ayer por casar
A pesar de que el narrador nos explica que la mujer está «hoy viuda y sola» sabemos que no es del todo cierto a través de la propia protagonista. Se trata de una exageración para mostrarnos el desgarro del corazón de la mujer que, emocionada porque iba a casarse ve truncada la ceremonia de boda por la celebración, probablemente, de un funeral.
La segunda estrofa, saltando el célebre estribillo, es también doloroso aunque paradójicamente más narrativo. Es la dama quien dialoga y explica que ha perdido a su amante muy joven y que todavía le queda tiempo de vida por sufrir el acontecimiento. La dama entiende que sin el amante, ella no es libre.
Y lleva las llaves
De mi libertad.
La siguiente estrofa, ya la tercera, explica la razón por la que se marcha su amante. Nos cuenta que ha tenido que irse a la guerra pero que todavía no ha llegado a la batalla porque emplea el verbo en gerundio: Yéndose. A pesar de todo, ella está intranquila porque probablemente no vuelva a verlo más.
Yéndose a la guerra
Quien era mi paz.
Por todo ello, la dama llora y tal como nos explica en la siguiente estrofa es lo justo en estas ocasiones. Sus ojos y su mirar van a la guerra con su amante porque él es el único digno de la mirada de ella. La penúltima estrofa, también desgarradora, nos muestra una mujer absolutamente frágil que terminará por no entender el mundo y no querer estar en él. La reacción es, hasta cierto punto, un tanto pueril. Lo explica el hecho de que Góngora escribiera este poema a pronta edad y parece como si quisiera decir que la dama ha muerto con la marcha de su marido y que ya no tiene sentido velar su vuelta. Ahora sí, él ha muerto en batalla.
Váyanse las noches,
Pues ido se han
Los ojos que hacían
Los míos velar;
Váyanse, y no vean
Tanta soledad,
Después que en mi lecho
Sobra la mitad.
La más bella niña por Paco Ibáñez
