Alma región luciente,
prado de bienandanza, que ni al hielo
ni con el rayo ardiente
fallece; fértil suelo,
producidor eterno de consuelo:
de púrpura y de nieve
florida, la cabeza coronado,
y dulces pastos mueve,
sin honda ni cayado,
el Buen Pastor en ti su hato amado.
Él va, y en pos dichosas
le siguen sus ovejas, do las pace
con inmortales rosas,
con flor que siempre nace
y cuanto más se goza más renace.
Y dentro a la montaña
del alto bien las guía; ya en la vena
del gozo fiel las baña,
y les da mesa llena,
pastor y pasto él solo, y suerte buena.
Y de su esfera, cuando
la cumbre toca, altísimo subido,
el sol, él sesteando,
de su hato ceñido,
con dulce son deleita el santo oído.
Toca el rabel sonoro,
y el inmortal dulzor al alma pasa,
con que envilece el oro,
y ardiendo se traspasa
y lanza en aquel bien libre de tasa.
¡Oh, son! ¡Oh, voz! Siquiera
pequeña parte alguna decendiese
en mi sentido, y fuera
de sí la alma pusiese
y toda en ti, ¡oh, Amor!, la convirtiese,
conocería dónde
sesteas, dulce Esposo, y, desatada
de esta prisión adonde
padece, a tu manada
viviera junta, sin vagar errada.
Autor Oda XIII
Morada del cielo es el título de la oda XIII de fray Luís de León. Una oda es una palabra latina que suele expresar la admiración por algo o alguien, una exaltación. En efecto, en este poema se exalta la vida en el cielo. El bucolismo pastoril, influido por la tradición literaria bíblica, sirve para que el poeta haga una alegoría de lo que será el cielo. La alegoría del Buen Pastor, juntamente con la matrimonial para significar la relación del alma con Dios –influencia inequívoca del Cantar de los cantares–, configuran el soporte de todo el poema.
Comentario Oda XIII de fray Luis de León
Estructura externa Oda XIII
La oda XIII, que emana de la producción de Garcilaso de la Vega, está compuesta por ocho liras, estrofas formadas por versos heptasílabos y endecasílabos, cuyas estructuras métricas son aBabB.
Estructura interna de Alma región luciente
Por lo que corresponde al contenido, se trata de un poema religioso. De hecho, el más místico, ya que presenta el deseo del alma por alcanzar la unión con Dios. Puede dividirse en tres partes: las dos primeras estrofas, las cuatro siguientes y las dos últimas.
La primera parte nos describe el prado, como símbolo del paraíso terrenal, así como que se centra también en la figura del Buen Pastor y de su rebaño, que simboliza al hombre. Destaca la primera palabra que inicia el poema ALMA, la pura verdad y sencillez de la luz de Dios, una luz que destaca con su carácter de luciente. El prado de bienandanza es una metáfora que representa el paraíso terrenal, es una representación simbólica de un jardín ameno (paraíso) representado como fértil suelo. El alma se traslada del Paraíso a la región luciente, y es aquí donde lleva el pastor a sus ovejas. Se destaca el cromatismo de estas estrofas (luciente, púrpura, nieve-verso parecido al de Garcilaso de rosas y azucenas), y los elementos positivos que representan a la naturaleza, típico del Renacimiento. El hecho de mover el Buen Pastor su rebaño amado puede referirse a la otra vida, en el paraíso celestial.
Por su parte, la segunda parte muestra de modo alegórico el cuidado y los alimentos que da el pastor a sus ovejas. Las inmortales rosas son flores que cortadas rebrotan, igual que en el Paraíso. Se observa la utilización de adjetivos con valor positivo (alto bien, gozo fiel, mesa llena). Todos son símbolos de la felicidad de las ovejas bien conducidas por el pastor. Se respira un gozo celestial (Con dulce son deleita el santo oído). El gozo recae en el mismo Cristo, cercado de su rebaño, suena en los oídos de él mismo. El Pastor se describe como pastor y pasto él solo, o sea, como guía y sustento del alma, ya que el alimenta a sus ovejas, símbolo de la eucaristía.
Por otro lado, el tono del poema va adquiriendo un ritmo ascendente. En las primeras estrofas describía un prado, en estas la montaña, después hablará de la cumbre, parte más elevada, y por último se centrará en el sol.
Fray Luís de León encarna el abandono del ser frente a la inmensidad y belleza de lo eterno. Ante ello, la fama, el dinero o el poder no dejan de ser efímeros y pasajeros (envilece el oro, bien libre de tasa).
Las dos últimas estrofas se inician con una serie de exclamaciones donde se muestra el deseo del alma por unirse con el Esposo, representando así la unión con Dios, que sería el punto culminante de la unión mística. Se pronuncia el éxtasis místico, la suspensión momentánea de los sentidos (con un lenguaje limitado porque no hay palabras para explicar esta experiencia indescriptible porque trasciende nuestra propia naturaleza).
En estas, la amada representa al alma y el Esposo a Cristo. El alma está atada y supeditada al mundo de los sentidos que le impiden ascender a la montaña. Su condición de encarcelamiento (prisión adonde padece) es un obstáculo para la unión con Dios porque es un mundo de preocupaciones (el oro, la falsedad…). El poeta ansía que llegue cuanto antes ese encuentro con la divinidad. De ahí que las metáforas utilizadas para describir este anhelo de unión estén relacionas con palabras como “reposo, dulce, alegre, descansado”. No se describe un lugar concreto, sino un estado anímico.
Análisis de la Oda XIII | Conclusión
En definitiva, fray Luis busca, como buen humanista, la claridad expositiva con armonía y dulzura. Esto está presente en el poema sin frases retorcidas ni complicados artilugios para ofrecer figuras estilísticas. Las figuras que emplea son sencillas, así como las construcciones sintácticas. El lenguaje utilizado es llano, pero de amplios significados. De hecho, construye sus obras en base a un lenguaje de oraciones breves, en las que predomina la coordinación y la yuxtaposición sobre la subordinación, y en el que esta llega sobre las premisas más elementales. Claro en sus exposiciones, a veces resulta reiterativo, y de ahí que pueda parecer retórico. Repite su deseo de que no quede ningún contenido en el aire y de llegar ampliamente.
Lector de los clásicos, fray Luis mismo es un clásico en la armonía, equilibrio, en la medida, la sobriedad, la precisión de sus estructuras lingüísticas. Modelo de rigor y propiedad en su léxico; castizo a menudo, sencillo casi siempre; elegante en el epíteto, que emplea plástica y descriptivamente, al tiempo.