Tristeza, pues yo soy tuyo,
tú no dejes de ser mía;
mira bien que me destruyo
sólo en ver que la alegría
presume de hacerme suyo.

¡Oh, tristeza!
que apartarme de contigo
es la más alta crueza
que puedes usar conmigo.
No huyas ni seas tal
que me apartes de tu pena;
soy tu tierra natural,
no me dejes por la ajena
do quizá te querrán mal.

Pero, di:
ya que estó en tu compañía,
¿cómo gozaré de ti,
que no goce de alegría?
Que el placer de verte en mí,
no hay remedio para echallo,
¿quién jamás estuvo así?
que de ver que en ti me hallo,
me hallo que estoy sin ti.

¡Oh ventura!
¡Oh amor, que tú hiciste
que el placer de mi tristura
me quitase de ser triste!
Pues me das por mi dolor
el placer que en ti no tienes,
porque te sienta mayor,
no vengas, que si no vienes,
entonces verás mejor.
Pues me places,
vete ya, que en tu ausencia
sentiré yo lo que haces
mucho más que en tu presencia.

Comentario A la tristeza de Juan Boscán

Las coplas A la tristeza elaboran uno de los motivos preferidos de la poesía cancioneril: la complacencia del amante en el dolor, en la cuita, dando lugar a las más celebradas paradojas del amor cortés (muerte que da vida, «placer en que hay dolores, dolor en que hay alegría», dijo Manrique). El fruto natural de estas paradojas es el aprovechamiento de las relaciones antitéticas: el de los sentimientos.